... tocar ese fin del mundo
que siempre viajó con nosotros.
Pablo Neruda
A mi madre,
mi pan azul de cada día
Siempre quiso ser Aún. Postergaba sus obligaciones como manzanas al caer del árbol. Cualquier adjetivo le hubiera definido mejor, pero diremos que era laberíntico. No necesitaba hablar, su voz era breve como la tertulia de un pez, su humanidad grande como un maremoto.
Nada relevante pudo hacer en la vida, pero alimentaba para los demás las mañanas con sus ojos sonoros y así conseguía engañar a las horas en su inevitable camino hacia el resto del día, siempre aguardando en su estación sin vías.
Tan lenta fue su vida que el tiempo en él se desordenaba y le dejaba en el cajón de la vida un resto de su cuerpo a cuerpo. Hasta que una noche Mañana le pilló durmiendo en una hora ya dormida y le susurró al oído: te regalo mi último amanecer, la edad es tuya.
Bernardo Bersabé
Majadahonda, 2 de abril de 2011